miércoles, 25 de noviembre de 2015

Palabras de un azuleño querido en toda Campana.

Kletnicki pudo darle una gran felicidad al club de Campana, Villa Dámline, que, hace mucho, no conseguían el ascenso. "Siempre van a estar agradecidos", dice el hombre nacido en Azul.

Un partido peleado en Ezeiza, le dio la mayor alegría futbolística hasta el momento, al  Arquero de Villa Dálmine. Tras un partido difícil pudieron llevarse la victoria que los ascendió a la B Nacional del fútbol argentino. El azuleño pasó por momentos difíciles pero con ayuda de su familia pudo salir adelante y la gente de Villa Dálmine ahora lo tienen como un gran recuerdo.

TF: ¿Cómo y por qué terminaste siendo jugador de fútbol profesional?

            CJK: Desde chico siempre me gustó el fútbol y lo practicaban mis amigos. Mi papá también jugaba este deporte, aunque apenas llegó a debutar profesionalmente. Una vez me hicieron una prueba en un club de Fútbol en Azul, donde yo nací y, al final, quedé y empecé a jugar ahí en las inferiores cuando tenía seis o siete años.
            Fui creciendo, subiendo de categoría hasta que en 1998, Gimnasia de La Plata mandó a personas a ojear a jugadores a Azul y después de una selección de jugadores quedé y empecé a jugar en Gimnasia hasta los dieciséis años, cuando firmé en este club mi primer contrato profesional.

TF: ¿Cómo fue el día en el que debutaste profesionalmente?

CJK: Cuando debuté en primera división fue una alegría enorme porque había hecho muchos esfuerzos. Había dejado a mis amigos en Azul y siempre supe que mis padres se habían esforzado demasiado para que nunca me faltara nada, como los botines o la ropa de entrenamiento. Creo que se juntaron muchos recuerdos que, por suerte , pude disfrutar. Además, el resultado, fue una victoria y siempre va a quedar en mis recuerdos.

Carlos en el 2015 atajando un penal de gran importancia.


TF:¿Cómo te sentís tanto tiempo fuera de casa debido a que tu lugar de trabajo es lejos a tu hogar?

            CJK: Cuando uno ya tiene formada una familia, tener que irte por unos días o una pretemporada cuando uno se tiene que ir durante quince días como mínimo, a veces es difícil, pero uno trata de ser fuerte sabiendo que es el trabajo que puede llevar la comida a casa. Siempre uno tiene que tener en cuenta que la vida del jugador de fútbol es corta. Cuando llegás a los cuarenta años aproximadamente, tenés que dejar de jugar porque el cuerpo muchas veces no responde y entonces uno tiene que cosechar todo lo que sembró durante la carrera profesional.

TF: ¿Cómo es el trabajo en equipo?¿Cómo te llevás con tus compañeros?

            CJK: El trabajo en equipo es muy variable, siempre dependés de tus compañeros. Estamos hablando de un deporte que es grupal y muchas veces hay distintas personalidades y edades en un plantel. A veces hay chicos jóvenes que recién están haciendo sus primeros pasos, a los que les falta experiencia para manejar situaciones; y, a veces, los más grandes tratamos de marcar el camino, pero sabiendo que todos dependen de todos . Últimamente aprendí  a convivir muy bien con mis compañeros, he empezado a disfrutar de mi carrera. Este último año en lo personal fue uno de los mejores años porque nu  nca tuve un problema con ningún compañero, ni de convivencia ni de dentro del campo de juego.


Kletnicki festejando la tanda de penales ganadas ante Tristán Suarez, que los hacía ascender a la B Nacional.

TF: Actualmente, ¿dónde trabajas?¿Te sentís cómodo?

            CJK: Hoy en día estoy jugando en Villa Dálmine, un club de la ciudad de Campana a cien kilometros de Capital Federal. Me tocó ir de nuevo el año pasado y tuve la suerte de ascender de la primera B a la B Nacional y me quedaba un año más en mi contrato, así que lo pude seguir disfrutando. Me siento muy cómodo porque conseguí un ascenso por primera vez en mi vida en carr era deportiva y la gente del club siempre lo van a tener en cuenta y van a estar eternamente agradecidos porque hacía mucho tiempo que no conseguían el ascenso.


Carlos José Kletnicki el hombre de Azul, que un día, en 1998, firmó profesionalmente su primer contrato en Gimnasia, sigue enamorado del deporte y conforme de todo lo que hizo futbolisticamente. Cuando era joven se decía que los grandes argentinos lo querían, pero finalmente, continuó su carrera en Gimnasia. Ahora su sueño es terminar bien su carrera y en la primera división del fútbol argentino.

                                                                                                          Tobías Fontana

domingo, 22 de noviembre de 2015

Entrevista a Carlos José Kletnicki
Kletnicki pudo darle una gran felicidad al club de Campana, Villa Damline, que, hace mucho, no conseguían el ascenso. "Siempre van a estar agradecidos", dice el hombre nacido en Azul.

Un partido peleado en Ezeiza, le dio la mayor alegría futbolística hasta el momento, al  Arquero de Villa Dálmine. Tras un partido difícil pudieron llevarse la victoria que los ascendió a la B Nacional del fútbol argentino. El azuleño pasó por momentos difíciles pero con ayuda de su familia pudo salir adelante y la gente de Villa Dálmine ahora lo tienen como un gran recuerdo.

TF: ¿Cómo y por qué terminaste siendo jugador de fútbol profesional?

            CJK: Desde chico siempre me gustó el fútbol y lo practicaban mis amigos. Mi papá también jugaba este deporte, aunque apenas llegó a debutar profesionalmente. Una vez me hicieron una prueba en un club de Fútbol en Azul, donde yo nací y, al final, quedé y empecé a jugar ahí en las inferiores cuando tenía seis o siete años.
            Fui creciendo, subiendo de categoría hasta que en 1998, Gimnasia de La Plata mandó a personas a ojear a jugadores a Azul y después de una selección de jugadores quedé y empecé a jugar en Gimnasia hasta los dieciséis años, cuando firmé en este club mi primer contrato profesional.

TF: ¿Cómo fue el día en el que debutaste profesionalmente?

CJK: Cuando debuté en primera división fue una alegría enorme porque había hecho muchos esfuerzos. Había dejado a mis amigos en Azul y siempre supe que mis padres se habían esforzado demasiado para que nunca me faltara nada, como los botines o la ropa de entrenamiento. Creo que se juntaron muchos recuerdos que, por suerte , pude disfrutar. Además, el resultado, fue una victoria y siempre va a quedar en mis recuerdos.

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Carlos en el 2015 atajando un penal de gran importancia.

TF:¿Cómo te sentís tanto tiempo fuera de casa debido a que tu lugar de trabajo es lejos a tu hogar?

            CJK: Cuando uno ya tiene formada una familia, tener que irte por unos días o una pretemporada cuando uno se tiene que ir durante quince días como mínimo, a veces es difícil, pero uno trata de ser fuerte sabiendo que es el trabajo que puede llevar la comida a casa. Siempre uno tiene que tener en cuenta que la vida del jugador de fútbol es corta. Cuando llegás a los cuarenta años aproximadamente, tenés que dejar de jugar porque el cuerpo muchas veces no responde y entonces uno tiene que cosechar todo lo que sembró durante la carrera profesional.

TF: ¿Cómo es el trabajo en equipo?¿Cómo te llevás con tus compañeros?

            CJK: El trabajo en equipo es muy variable, siempre dependés de tus compañeros. Estamos hablando de un deporte que es grupal y muchas veces hay distintas personalidades y edades en un plantel. A veces hay chicos jóvenes que recién están haciendo sus primeros pasos, a los que les falta experiencia para manejar situaciones; y, a veces, los más grandes tratamos de marcar el camino, pero sabiendo que todos dependen de todos . Últimamente aprendí  a convivir muy bien con mis compañeros, he empezado a disfrutar de mi carrera. Este último año en lo personal fue uno de los mejores años porque nu  nca tuve un problema con ningún compañero, ni de convivencia ni de dentro del campo de juego.


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Kletnicki festejando la tanda de penales ganadas ante Tristán Suarez, que los hacía ascender a la B Nacional.

TF: Actualmente, ¿dónde trabajas?¿Te sentís cómodo?

            CJK: Hoy en día estoy jugando en Villa Dálmine, un club de la ciudad de Campana a cien kilometros de Capital Federal. Me tocó ir de nuevo el año pasado y tuve la suerte de ascender de la primera B a la B Nacional y me quedaba un año más en mi contrato, así que lo pude seguir disfrutando. Me siento muy cómodo porque conseguí un ascenso por primera vez en mi vida en carr era deportiva y la gente del club siempre lo van a tener en cuenta y van a estar eternamente agradecidos porque hacía mucho tiempo que no conseguían el ascenso.


Carlos José Kletnicki el hombre de Azul, que un día, en 1998, firmó profesionalmente su primer contrato en Gimnasia, sigue enamorado del deporte y conforme de todo lo que hizo futbolisticamente. Cuando era joven se decía que los grandes argentinos lo querían, pero finalmente, continuo su carrera en Gimnasia. Ahora su sueño es terminar bien su carrera y en la primera división del fútbol argentino.

                                                                                                          Tobías Fontana

domingo, 13 de septiembre de 2015

La Extraña llamada

"...Hace cuatro días que estoy sufriendo, no sé que va a pasar pero estoy preparado...
Todo comenzó la tarde del martes. Yo volvía de mi trabajo y todavía no me acostumbraba a las grandes paredes llenas de humedad y a las rechinantes escaleras de mi casa. Trabajaba 30 horas a la semana, mi trabajo era importante, y ya había llegado tarde el día anterior debido a una extraña llamada que me dijo: "Cinco días" y no me dio el tiempo para contestar, ya que el emisor colgó el teléfono apenas terminó de pronunciar esas escalofriantes palabras.
Segundos después de esa rara situación, alguien estaba llamando a mi puerta. Cuando abrí, me encontré con un cartero, un hombre pálido y delgado pero con una mirada firme, quien me entregó un pesado paquete, al cual no presté mucha atención debido a que quería socializar con el hombre, pero cuando desvié la mirada del paquete hacia él, ya no estaba, solo recordé su nombre gracias a un cartel pegado en su uniforme que decía: "Mathew Pérez".
Una vez dentro de mi casa, ahora acompañado por un paquete desconocido, lo puse sobre la mesa, con la intención de abrirlo, pero entonces escuché un estruendo que provenía de la segunda planta. Dejé el paquete de lado y fui a investigar qué o quién había realizado semejante ruido. Revisando cuarto por cuarto, llegué al último, mi dormitorio, que se encontraba al fondo de un largo y oscuro pasillo. Al ver dentro de mi habitación y no encontrar nada, creí que había sido producto de mi imaginación. El sueño me invadió y caí sobre mi cama, aunque no podía dormir muy bien con tantos ruidos que escuchaba fuera de mi cuarto, por lo tanto tardé en lograrlo.
Ya era miércoles y me había despertado tarde para ir a mi trabajo, así que me levanté tan rápido como pude y, sin siquiera ver mi apariencia, salí hacia mi oficina, en la cual me estaba esperando mi jefe con la noticia de que estaba despedido. Yo estaba furioso, pero acepté con calma la noticia y me marché.
Cuando llegué a mi casa, entendí que no había escuchado el despertador por causa de los ruidos que no me dejaban dormir. Intenté relajarme, así que salí a caminar por ahí: era un barrio nuevo que necesitaba descubrir. Al volver de esa larga caminata, todos los vecinos de la zona me estaban observando con una mirada potente que me intranquilizaba.
Cuando estaba llegando a mi casa, recordé que había dejado ese paquete sin abrir. Decidí hacerlo, pero a centímetros de él, sonó el escalofriante tono del sombrío teléfono. No dude en contestar, y lo único que escuché fue: "cuatro días" a lo cual contesté: "¿Otra vez tú?, ¿quién eres?" pero al igual que la primera vez, no recibí ningúna respuesta. Decidí acostarme para al otro día poder conseguir información sobre esas llamadas. Esta vez tampoco fue fácil dormir.
Después de una noche larga, me desperté y comencé a pensar quién podría haber sido el que emitía estas pesadas llamadas, y solo podía pensar en una sola persona: Mathew Pérez. Tan solo al pensar ese nombre tuve un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo, entonces se me ocurrió ir al correo para preguntar por el cartero. Emprendí mi caminata y cuando llegué me dijeron que nunca había trabajado alguien con ese nombre ahí. Yo insistí en que busquen en algún archivo, sin embargo los resultados fueron nulos. Me estaba volviendo loco, yo seguía insistiendo en que había visto a ese hombre en mi casa, pero nadie me decía lo que quería oír. Comencé a gritar afirmando que lo que decía era verdad, tanto fue así que me sacaron del lugar y amenazaron con llamar a la policía. Al salir de allí me dirigí a mi lúgubre casa donde el teléfono volvió a sonar, ahora diciendo: "Tres días". Esta vez ni siquiera me había esforzado en contestar, solo corté y fui a mi cama, donde esta vez dormir fue un placer que no sentía desde hacía mucho tiempo.
Desperté esperando otro día igual a los demás. Traté de aprovecharlo, fui a una comisaría para contactar a un investigador que me ayudara a encontrar algún Mathew Pérez en la ciudad. Cuando regresé a casa, pude ver nuevamente a todas las personas observándome con esa mirada penetrante con la que me miraron desde hacía unos días.
Al regresar a mi casa, me dirigí hacia el paquete y al tomarlo con mis manos para abrirlo, percibí pasos que se dirigían hacia mí que aumentaban cada vez más la velocidad. Solté el paquete y me di vuelta cubriéndome con los brazos, pero solo sentí un viento que chocó conmigo y siguió su camino. Enseguida caí desmayado en el duro y frío piso. Retomé la conciencia un par de horas más tarde gracias al teléfono, cuando atendí, escuché las palabras ya esperadas: "Dos días". Maldiciendo grité para que no volviera a molestarme, sin embargo esa petición no sirvió de nada.
Ya se acercaba el final. Eso creía. No había podido dormir ni siquiera un minuto, me había pasado toda la noche y el día atento a cada mínimo movimiento. Después de unas agonizantes horas, otra vez llamaron por teléfono. Atendí. Y, sin darle tiempo, grité: “¡Déjame en paz! ¡¿Por qué me haces esto a mí?!”, a lo cual contestó el investigador, quien estaba confundido y un poco asustado por mi manera de atenderlo. Me disculpé y me dio la noticia: en esta ciudad solo había sido registrado un Mathew Pérez, pero había fallecido hacía más de un año. Al escuchar eso, me puse pálido y casi me desmayo, pero le di las gracias y me despedí.
Al colgar el teléfono, sin moverme del lugar, volvió a sonar y dije: "Hola". Me contestó la misma sombría voz que habría estado escuchando los días anteriores, en esta ocasión: "Solo te queda un día, y lo estás desperdiciando. Deja de buscarme, si quieres acabar con esta locura. Sal de mi casa". Respondí: "Ésta es mi casa ahora, tú estás muerto, déjame en paz". Y la sombría voz, después de escuchar esas palabras, colgó, pero lo escuché detrás de mí: "¿Te quieres quedar en esta casa? Bien, pero tendrás que sufrir las consecuencias". Cuando me di vuelta, vi nada más ni nada menos que a Mathew Pérez, con la misma cara pálida que tenía el primer día. Automáticamente caminó hacia la puerta y se fue sin decir nada más.
Y aquí me encuentro. Hace cinco días que estoy sufriendo, no sé qué va a pasar pero estoy preparado. Este es mi último día y lo voy a enfrentar"
Brian Thompson

Esta carta fue hallada en aquella casa junto a un paquete que todavía sigue intacto allí. Brian Thompson jamás fue encontrado.



Esta historia está basada en hechos reales. Los nombres fueron modificados para preservar la identidad de las personas involucradas.

sábado, 23 de mayo de 2015

23 de Mayo del 2015
ASESINAN A UN HOMBRE EN BOEDO
Ayer a las 23:30 se encontró el cadáver de Mariano Laporte, un hombre de 45 años que fue asesinado en el 4° A piso de un departamento, Constitución al 2900 en el Barrio de Boedo. Se cree que el asesino fue  el vecino que vive en el tercer piso del mismo edificio. El pobre hombre fue asesinado con quince cuchilladas.

Se cree que en el momento del asesinato había una fiesta, llena de gente y música fuerte en el departamento de la víctima. Cuando los policías llegaron, estaba el cadáver solo y había vasos descartables por todos lados. El cadáver estaba en el piso con mucha sangre y nueve cuchilladas en el estómago y seis en la cabeza. No se sabe por qué lo asesinó y es lo que averiguará la justicia.
Celeste, una testigo del 4°B, aseguró haber escuchado cuando golpearon la puerta y los gritos de Mariano.
Descripción: http://img29.xooimage.com/files/c/0/7/tramontina1-192c3cf.png
Esta es la cuchilla con la que mataron a Mariano Laporte, el pobre hombre 45 años de edad.

Romina, la viuda explicó que, cuando entró el asesino, ella vio cómo tiraban a su esposo al piso, por la que se escondió rápido, y vio cómo lo mataba.


Por otra parte, en estos días, se va a averiguar si fue el vecino o no